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lunes, 6 de julio de 2009

211. Nuevo cuaderno de CiJ

Cuaderno nº 161: "El problema ecológico: una cuestión de justicia". Se trata de un trabajo de Joan Carrera, jesuita, licenciado en medicina y doctor en teología. Es profesor de Moral Fundamental en la Facultad de Teología de Catalunya. También profesor colaborador de ESADE, y responsable académico de Cristianisme i Justícia

El trabajo contiene un conjunto de reflexiones en torno del Informe sobre el desarrollo humano 2007-2008 del PNUD2 (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) y del IV Informe de l’IPCC3 (Grupo de Trabajo Intergubernamental para el Cambio Climático).

Comienza con este párrafo:

"El gran reto de la humanidad para el siglo XXI será hacer frente a las consecuencias derivadas del cambio climático. Sin embargo no todo el mundo se encuentra ni en la misma situación de riesgo ni dispone tampoco de los mismos recursos para combatir estas consecuencias. A la injusticia existente se añade ahora una injusticia fruto del cambio climático que amenaza la supervivencia de millones de personas."
También recojo por su interés el prólogo del Cuaderno, un texto de Desmond Tutu:

No necesitamos un "apartheid" en la adaptación al cambio climático.

En un mundo tan dividido por las desigualdades en términos de riquezas y oportunidades, es fácil olvidar que formamos parte de una comunidad humana. Mientras vemos los primeros efectos del cambio climático en diversos lugares del mundo, cada uno de nosotros debe reflexionar sobre lo que significa formar parte de esta familia. Quizás podemos empezar por reflexionar sobre lo inadecuado del lenguaje.

La palabra "adaptación" ya forma parte de la terminología propia del cambio climático.
Pero, ¿qué significa adaptación? La respuesta varía según el lugar donde se haga la pregunta. Para la mayoría de las personas de los países desarrollados, hasta ahora la adaptación ha sido un proceso más bien indoloro. Gracias a sistemas de calefacción y refrigeración, podemos adaptarnos fácilmente a temperaturas extremas sólo con subir o bajar el termostato. Ante la amenaza de inundaciones, los gobiernos pueden proteger a los habitantes de Londres, Los Ángeles y Tokio con sofisticados sistemas de defensa climática. En algunos países, el cambio climático incluso ha ocasionado efectos benignos, como la extensión de las temporadas agrícolas.

Ahora, por el contrario, consideremos lo que significa adaptación en los países más pobres y vulnerables del mundo, donde 2.600 millones de personas viven con menos de 2 dólares estadounidenses al día. ¿Cómo puede una agricultora pobre de Malawi adaptarse al cambio climático cuando las frecuentes sequías y la falta de lluvia merman la producción? Quizás tendrá que reducir la calidad de la nutrición de su familia o sacar a sus hijos o hijas de la escuela. ¿Cómo puede una persona que vive en un barrio marginal de Manila o Port-au-Prince protegido sólo con planchas plásticas y metálicas adaptarse a la amenaza que presentan ciclones cada vez más intensos? ¿Cómo pueden las personas que viven en los grandes deltas del Ganges o el Mekong adaptarse al anegamiento de sus viviendas y tierras? La adaptación se ha convertido en un eufemismo de injusticia social a nivel mundial. Mientras los ciudadanos del mundo desarrollado están a salvo, los pobres, vulnerables y hambrientos, están expuestos cada día de su vida a la dura realidad del cambio climático. Para decirlo sin rodeos, las personas pobres del mundo están sufriendo los daños de un problema que no crearon (...).

Esto me lleva a convocar a los líderes del mundo desarrollado a que incorporen la adaptación al cambio climático en las prioridades de la lucha internacional contra la pobreza, y a que lo hagan antes de que sea demasiado tarde.

Desmond Tutu

Arzobispo emérito de Ciudad de El Cabo

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