Después de estas merecidas vacaciones os colgamos esta reflexión de
Pagola.
Es verdaderamente preciosa y plenamente centrada
en lo comunitario.
Esperamos vuestros comentarios para poder mantener vivo entre todos este blog.
ecleSALia 3
de septiembre de 2014
"PREMIO ALANDAR 2011"
23 Tiempo ordinario Mateo 18, 15-20
ESTÁ ENTRE NOSOTROS
JOSÉ ANTONIO PAGOLA,
lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 03/09/14.- Aunque las palabras de Jesús, recogidas por Mateo, son de gran importancia para la vida de las comunidades
cristianas, pocas veces atraen la atención de comentaristas y predicadores. Esta es la promesa de Jesús:
“Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Jesús
no está pensando en celebraciones masivas como las de la Plaza de San
Pedro en Roma. Aunque solo sean dos o tres, allí está él en medio de
ellos. No es necesario que esté presente la jerarquía;
no hace falta que sean muchos los reunidos.
Lo importante es que
“estén reunidos”, no dispersos, ni enfrentados: que no vivan descalificándose unos a otros. Lo decisivo es que se reúnan
“en su nombre”: que escuchen su llamada, que vivan identificados con su proyecto del reino de Dios. Que Jesús sea el centro de su pequeño grupo.
Esta
presencia viva y real de Jesús es la que ha de animar, guiar y sostener
a las pequeñas comunidades de sus seguidores. Es Jesús quien ha de
alentar su oración, sus celebraciones,
proyectos y actividades. Esta presencia es el “secreto” de toda
comunidad cristiana viva.
Los
cristianos no podemos reunirnos hoy en nuestros grupos y comunidades de
cualquier manera: por costumbre, por inercia o para cumplir unas
obligaciones religiosas. Seremos muchos
o, tal vez, pocos. Pero lo importante es que nos reunamos en su nombre,
atraídos por su persona y por su proyecto de hacer un mundo más humano.
Hemos
de reavivar la conciencia de que somos comunidades de Jesús. Nos
reunimos para escuchar su Evangelio, para mantener vivo su recuerdo,
para contagiarnos de su Espíritu, para
acoger en nosotros su alegría y su paz, para anunciar su Buena Noticia.
El
futuro de la fe cristiana dependerá en buena parte de lo que hagamos
los cristianos en nuestras comunidades concretas las próximas décadas.
No basta lo que pueda hacer el Papa
Francisco en el Vaticano. No podemos tampoco poner nuestra esperanza en
el puñado de sacerdotes que puedan ordenarse los próximos años. Nuestra
única esperanza es Jesucristo.
Somos
nosotros los que hemos de centrar nuestras comunidades cristianas en la
persona de Jesús como la única fuerza capaz de regenerar nuestra fe
gastada y rutinaria. El único capaz
de atraer a los hombres y mujeres de hoy. El único capaz de engendrar
una fe nueva en estos tiempos de incredulidad. La renovación de las
instancias centrales de la Iglesia es urgente. Los decretos de reformas,
necesarios. Pero nada tan decisivo como el volver
con radicalidad a Jesucristo.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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