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jueves, 25 de febrero de 2010

251. Sobre la charla de Luis Gómez Llorente en Pan Bendito

Os transmito este texto que me ha enviado, para que lo publique, Miguel de la comunidad de Begoña. Recoge sus reflexiones a partir de la charla de Luis Gómez Llorente.


El pasado jueves 18 de febrero estuve en la parroquia de San Benito, escuchando una charla sobre laicismo, que no me dejó indiferente. Quizá esto es lo que me anima a redactar este escrito, quizá la insistencia de Pedro en conocer la opinión de los asistentes, o quizá un ejercicio de libertad y responsabilidad personal ante las ideas tan importantes allí expuestas. Por cierto, y vaya aquí mi primera crítica, oí hablar mucho de libertad, y muy poco o nada de responsabilidad; quizá fue porque llegué cuando el ponente ya llevaba unos minutos hablando.
Asistí allí más movido por el encuentro con las personas de Encomún, su carisma y su compromiso, que por el tema, que para mí, no voy a ocultarlo, tiene un tufillo político que me hace desconfiar. Además me animó la experiencia del año pasado, donde tanto aprendimos del mecanismo económico por el que hoy se mueve el mundo, no sin aportaciones de testimonios cristianos a tener en cuenta.

En primer lugar quiero dejar por escrito mi admiración por los amplios y cultivados conocimientos de D. Luis Gómez Llorente. Mostró una gran erudición, a la que también hizo mención refiriéndose al actual pontífice y a otros grandes pensadores.
Para describir el laicismo arrancó del pensamiento que surge en el Renacimiento con la ruptura de la uniformidad impuesta por el cristianismo hasta entonces en el mundo occidental, y fue repasando figuras clave en la evolución de las ideas, desde Locke, hasta Kant, pasando por Maquiavelo, Rouseau y una larga serie de destacados autores, muchos de ellos enemigos declarados de la fe (Bakunin, Compte o el propio Marx).
Resultó muy instructivo el repaso a las raíces del laicismo, con puntualizaciones interesantes en lo que significó en el avance de la ciencia y la política. Por cierto, me quedé con las ganas de escuchar los matices que diferencian aconfesionalidad, secularismo y laicismo. Las fuentes que he consultado no acaban de delimitar esos conceptos, mas lo que escucho en medios de comunicación actuales me dan a entender la aconfesionalidad (constitucional) como algo pasivo, neutro; mientras que el laicismo podría ser una actitud beligerante en contra de lo religioso en el espacio público. ¿O no?
Sin embargo no hace falta esta introducción para decir lo bien y lo bonito de todo lo que se dijo. Más bien diré que me pareció muy documentada y estructurada la parte de historia del pensamiento, pero no puedo por menos que dudar de la parte interpretativa; en ésta se hizo un alegato laicista que sospechosamente se parece mucho a la actual propaganda socialista de lo políticamente correcto y pensamiento único.
De entrada, defender ese laicismo en una parroquia que te abre generosamente las puertas, y está ahí para hacer presentes en la sociedad los valores del evangelio, me parece contradictorio. Condenar la presencia de lo religioso a un ejercicio que no pueda salir de la esfera privada no encaja con la defensa a capa y espada de la una sociedad en la que cada uno puede pensar y actuar como quiera, dentro del marco legal. Subyace aquí, y esto es interpretación mía, una lucha de ideas, las que se van imponiendo en el espacio público, las que ocupan los tronos de lo políticamente correcto, de lo que se debe pensar y admitir para no ser tachado de retrógrado. La sociedad moderna es una efervescencia de intereses de grupos de afinidad, que suelen aparecer revestidos de “aspectos culturales”. Esos grupos, encubiertos en modos de vivir, tratan de influir en la cultura (modo de vida) dominante. No en vano de ahí surge la legislación que nos afecta a todos. Lo que hoy es legal depende del grupo de poder que tiene la llave del Boletín Oficial del Estado, y en segundo lugar, porque no decirlo, de los medios de comunicación. No hay que ser muy erudito para observar que esto es lo que en filosofía se llama Relativismo, y he ahí otra piedra de toque de la línea argumental de la charla sobre laicismo.
En dos o tres ocasiones, y de manera muy soslayada se pronunció la temida palabra: “Relativismo”. Cerca del final creí entender porqué, cuando el ponente nos confesó su convicción marxista.
Soy de formación científica y afición filosófica, y éste me parece un tema clave en la vida. De manera consciente o no, pienso que la gran mayoría de la gente llega a tocar esta arista que la experiencia vital tarde o temprano nos pone delante, en especial cuando llega la adversidad y tiemblan nuestras convicciones, los pilares en los que a propósito o sin darnos cuenta hemos cimentado nuestro entramado existencial.
Insisto que D. Luis Gómez pasó de puntillas por esta cuestión, rechazando con vehemencia la gran y certera crítica que el actual papa le hizo al actual presidente del Gobierno en su encuentro en Valencia en julio de 2006, sobre el relativismo en los valores que emanaban de la acción de este gobierno.
Frente a esa encubierta justificación del relativismo actualmente imperante, a mi me hubiera gustado escuchar una disertación sobre el concepto de Dignidad Humana, y los aspectos de la condición humana que lo sustentan. Y es que dignidad humana y relativismo no pueden coexistir. El relativismo conduce necesariamente al vacío existencial, a la nada. Pero ese es quizá tema para otro debate.
Aquí llegaríamos a una de las claves de mi respetuosa crítica al Sr.Gómez, cuando calificó, con aparente desdén, como “leyes permisivas” la del aborto, matrimonios, homosexuales, y alguna más que creo que no precisó.
“Leyes permisivas porque no obligan” dijo. La respuesta es inmediata, ¡Claro que obligan! Como todas las leyes en su ámbito competencial. Y especialmente obligan a aceptar la muerte a ese ser humano al que los poderes públicos niegan su derecho a vivir, y dejan su destino durante 10-12-14 semanas en la arbitrariedad de su madre. A ésta se le da derecho a matar a su hijo, con ese sencillo lavado de conciencia que supone cerrar lo ojos, negar los conocimientos médicos y biológicos que nos interese, y decir con la Ministra de Igualdad: “es un ser vivo, pero no es un ser humano”. Cuando se opta por negar la evidencia en aras de un prejuicio, de un lugar al que hay que llegar “como sea”, poco más hay que argumentar para mostrar un crítico rechazo a tales imposiciones. No son leyes permisivas, son leyes perversas, por sus consecuencias y por su engaño.
Me he pasado muchos ratos criticando la afinidad de los grupos conservadores con la Iglesia en España, y sigo pensando, y compartiendo con el ponente, que es un error por parte de ambos, cuando Iglesia y conservadores hacen alarde de afinidad, tanto en las formas como en el fondo de sus mensajes.
Y lo mismo pienso de la izquierda. No me vale que el evangelio haya de ser de izquierdas; Izquierda y Derecha son grupos de poder e ideología, de presión, con sus aparatos de propaganda muy activos (el actual Gobierno incluso tiene un ministerio de propaganda equiparable a los de la época del dictador).
Podemos hacer campaña de nuestras convicciones, rechazo a la presencia de la Iglesia en la sociedad, pero es más noble presentarlo como tal. Posiblemente en eso consista el laicismo, en tomarnos la revancha de tantos siglos de poder eclesiástico, y negar la legitimidad de lo religioso en la calle, en especial lo católico, como un elemento más de nuestra compleja cultura social del siglo XXI. De ahí al anticlericalismo que con tanta radicalidad practicó la izquierda en la Segunda República hay un paso, y a veces me da la impresión que la izquierda actual coquetea con ello.
La charla, en la mayor parte de su desarrollo estuvo impregnada de un interesante lenguaje filosófico con el que disfruté. Y entiendo que la filosofía, comparte con la fe la búsqueda de la verdad. Es por ello que al igual que en el lenguaje de las matemáticas dos más tres no es igual a cuatro, la disertación filosófica sobre las raíces del pensamiento crítico occidental no conducen necesariamente a negar su derecho en la participación pública a la Iglesia Católica.
Otra afirmación que me llamó poderosamente la atención fue la que acusaba de “etnocentrismo europeo” a aquellas actitudes que motivan intervenciones contra el fanatismo religioso talibán. Me pareció entender cierta justificación a que cada cultura practique los valores que crea oportuno. Veo aquí una grave contradicción entre la actitud de laicismo militante contra la propia religión (no a los belenes), y la condescendencia con la lejana (sí al chador), aunque las agresiones a los derechos humanos puedan ser enormes en aquella. De nuevo subyace el pensamiento único del poder actual donde “todas las culturas son iguales”. El análisis crítico de los valores que cada cuerpo cultural pone en marcha señala que hay aspectos en algunos modos de vida abiertamente contrarios a los Derechos Humanos. ¿Vamos a relativizar la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU?

Termino con una apelación a un gran filósofo al que eché de menos en esta conferencia. Descartes no tuvo miedo a cuestionarse absolutamente todo, incluido a Dios. Y partiendo de esa facultad / responsabilidad, que el Creador nos ha dado, que es el ejercicio de la libertad y el sentido crítico, se puede llegar a la fe, a entender el mundo en clave solidaria, y a dar sentido a la vida en el respeto (que no tolerancia) a la libertad propia y de los demás.


Miguel Atienza Ballano.
23 de Febrero de 2010.

1 comentario:

  1. jorge de la comunidad los pelos16 de marzo de 2010, 17:32

    A mí me pareció muy interesante la aportación de Luis Gómez Llorente.

    Me gustó que diferenciara distintos tipos de laicismos (como hay distintos tipos de entender tantas cosas) y que matizase que él se encontraba entre los que proponen el laicismo como posibilidad de que cada uno tenga libertad para elegir libremente su fe (o su falta de ella). Comentó que esto surgió en un pais (Gran Bretaña) donde uno podía perder la vida por estos motivos.

    También me gustó que sacase a relucir la diferencia entre la aconfesionalidad, que supone neutralidad, y el laicismo que él profesa, que supone una relación de cooperación con todas las manifestaciones de religión.

    De echo, en su intervención puso de relieve distintos aspectos del cristianismo y de la Iglesia como institución que consideraba positivos para la sociedad, que me ayudaron a descubrir valores donde me cuesta encontrarlos.

    En fin, que a mi sus palabras me resultaron estimulantes y me aportaron ideas que, aunque pueda no compartirlas, me ayudan a situarme ante la realidad con una visión más rica por lo que tuvo de novedosa.

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