En las últimas semanas se ha recrudecido la guerra en el este de la República Democrática del Congo, en torno al lago Kivu. La guerrilla tutsi, apoyada por el gobierno de Ruanda, asola esta zona sin que el gobierno congoleño pueda contrarrestarla y ante la pasividad de las fuerzas de la ONU. Soldados, guerrilleros, mercenarios, son de nuevo los dueños de la región. Violaciones, matanzas, saqueos, desplazados, vuelven a ser habituales como antes de los acuerdos de paz de hace un par de años.
Misioneros como el salesiano Mario Pérez, a cargo de varios miles de niños refugiados en Goma, lanzan llamadas de SOS, tal como puede verse en este vídeo (habla en italiano pero se entiende bastante bien), e incluso una religiosa española ha sido gravemente herida.
Y en esta página puede encontrarse las crónicas del jesuita español Juanjo Aguado, del Servicio Jesuita a Refugiados, también desde Goma, a lo largo de estas últimas semanas: aquí
Detrás, como siempre, están los intereses de las multinacionales respaldadas por las grandes potencias, decididas a expoliar, a través de Ruanda, una zona inmensamente rica en recursos naturales: coltan, diamantes, wolframio...
Ya mencionamos en una entrada anterior un documento de Cristianisme i Justicia en el que se explica el papel del coltan en la fabricación de teléfonos móviles, entre otros dispositivos. Desde nuestra comodidad occidental (incluso en medio de la crisis económica), somos cómplices de este horror cada vez que nos dejamos arrastrar por la publicidad al consumo innecesario de este tipo de productos.
Puede encontrarse mucha más información en muchos medios. A mí me suele gustar la perspectiva que se ofrece de estos sucesos en la web de los Comités de Solidaridad con el Africa negra (Umoya), en Mundo Negro Digital o en la web de la Fundación Sur.
Sin embargo, para los que estéis interesados me permito copiar aquí un interesante artículo sobre este tema de Bartolomé Burgos, Padre Blanco que fue director del CIDAF (el Centro de Información y Documentación Africanas, lo que hoy es la Fundación Sur). Es de hace cinco o seis años, pero por desgracia no ha perdido nada de actualidad: tan sólo han cambiado quizás algunos nombres. Y aunque es un poco largo no tiene desperdicio, de forma que lo coloco como entrada expandible. Para leerlo entero sólo pulsad sobre "Seguir leyendo...".
COLTÁN: Riqueza asesina
Martín Haguna trabaja en un barrizal para extraer esa arenilla gris obscura por la que le pagan bien. Vive alejado de su casa y de su familia y duerme en la selva por miedo a que bandidos o rebeldes le roben el coltán conseguido durante duras jornadas de trabajo. Como Martín hay miles de personas, antiguos agricultores y ganaderos, hoy mineros en las selvas tropicales de la R. D. del Congo. Hay quienes se han visto obligados al cambio a causa de la guerra; otros han sido arrastrados por la fiebre del coltán. Hace unos años el coltán carecía de valor. La enorme demanda de este mineral por la industria de alta tecnología ha hecho que su precio se dispare creando un torbellino que envuelve a buscadores, a intermediarios, a grupos armados y a varios ejércitos regulares que intentan hacerse con él para ofrecerlo a multinacionales y grandes potencias en los mercados internacionales. El coltán tiene ahora valor estratégico.
Pero ¿qué es el coltán exactamente?
La palabra coltán es una contracción de los términos Columbio (llamado ahora Niobio) y Tantalio. Son éstos dos metales raros que fueron identificados a comienzos del siglo XX; casi siempre van asociados y es difícil separarlos. Tienen cualidades muy afines. El tantalio ofrece una resistencia excepcional a la erosión y tiene una gran capacidad conductora de corriente eléctrica por lo que es vital en la industria de componentes electrónicos: optimiza el consumo de corriente eléctrica en los chips de novísima generación y se utiliza, entre otros, en los teléfonos portátiles, en las tele cámaras y en los ordenadores portátiles y juegos electrónicos. El ahorro de energía permite una mayor duración de las baterías. Esta industria consume el 60% de la producción mundial. Debido a su capacidad de soportar altísimas temperaturas se utiliza en reactores nucleares, en blindajes térmicos en motores y ojivas de misiles y en aquellas estructuras de naves espaciales sometidas a enormes temperaturas al entrar en contacto con la atmósfera terrestre.
El coltán es radioactivo y contiene, al parecer, cantidades no despreciables de uranio, un factor inquietante teniendo en cuenta la facilidad con que puede adquirirse. Las recientes aplicaciones del coltán han hecho que su precio se dispare: de unos 45 dólares por kilo en 1990 llegó a pagarse a 700 dólares por kilo a finales del 2000. Su precio se ha estabilizado entre 250 y 300 dólares en el mercado de Londres. En la actualidad es más buscado que los diamantes. Un representante de los rebeldes de Kisangani asegura que "con la venta de diamantes ganamos unos 200.000 dólares por mes. Con el coltán conseguimos más de un millón de dólares mensualmente". Los mineros que lo extraen reciben unos 12 dólares por kilo. Hay minas de coltán en Australia, en Brasil, al Sur de Dakota, bien que el 80% de las reservas conocidas se sitúan en el Congo Oriental. La principal explotación se lleva a cabo en el Parque Nacional de Kahuzi-Biega, una reserva de gorilas y de otras especies animales protegidas.
La venta de coltán mantiene la guerra de los Grandes Lagos: aprovecha, sobre todo, a los rebeldes, que controlan las principales zonas mineras donde se extrae el coltán, y a sus aliados ruandeses y ugandeses. "Estamos en guerra"- dice un representante de los rebeldes- "y tenemos que mantener a los soldados y toda la logística necesaria". Los rebeldes aseguran que envían unas cien toneladas de coltán a Ruanda mensualmente. Fuentes congoleñas y occidentales informan que coches con matrícula de Ruanda y bajo protección militar transportan el precioso metal a este país dos veces por semana. Helicópteros militares también trasladan coltán directamente a Kigali, capital de Ruanda. Ésta tiene interés en que continúe la inseguridad para permanecer en el Congo. Sin embargo el gobierno ruandés niega incesantemente que se esté aprovechando de la ocupación de un vasto territorio congoleño para expoliar sus riquezas. En esto difiere la comisión de investigación enviada por la ONU, que acusa a los países extranjeros presentes en el Congo de "saqueo sistemático de sus riquezas". Uganda también está concernida por dicha acusación: al parecer no serían ajenos al comercio del coltán familiares del presidente Museveni, especialmente su hermano Salim Saleh quien siempre tiene la mano en la masa de cualquier negocio sucio que sacuda al país.
Los rebeldes apoyados por Ruanda han decidido imponer un monopolio sobre las ventas de coltán al exterior, convencidos de que, a la hora de pagar los impuestos, los intermediarios mentían en cuanto a la cantidad de metal que pasa por sus manos y a las ganancias obtenidas. Todas las licencias para operar en la compraventa del coltán fueron suprimidas a finales del año 2000. Ahora los intermediarios están obligados a revenderlo a una sociedad creada con este fin: la Sociedad Minera de los Grandes Lagos, que está controlada por los rebeldes. Estos han confiado su gestión y dirección a una mujer rica, de pasado oscuro y reputación ambigua. Es una mestiza árabe-burundesa hutu quien en el pasado había financiado la rebelión hutu en Burundi que posee bases secretas en la R. D. del Congo. Los rebeldes han confiado la nueva sociedad a esta mujer legendaria "porque conoce todos los canales legales e ilegales en el país y además"- añaden- "desde que colabora con nosotros ha dejado de vender armas a los hutus". Sin embargo los bien informados aseguran que la dicha señora compra la arena negra a cualquier vendedor, incluso a los enemigos de sus nuevos socios, incluyendo a los rebeldes hutus. En las zonas controladas por Uganda el monopolio nunca ha sido impuesto; allí operan, en concurrencia y con gran discreción, un determinado número de grandes compradores. A través de las multinacionales los destinatarios últimos son, por orden de importancia, los EE.UU., la Unión Europea (sobre todo Alemania y Bélgica) y Kazajstán. Al parecer, "información reservada a disposición de la ONU revela que la mayor parte del coltán extraído en esta zona tiene como destino Kazajstán y que precisamente este tráfico está organizado por la hija del presidente Nursultan Nazarbaev a través de una sociedad con participación belga. Es particularmente inquietante el hecho de que la hija de Nazarbaev esté casada con Vassili Mette, director general de ULBA, la sociedad que en Kazajstán se ocupa de extraer y de refinar el uranio y que posee uno de los mayores complejos del mundo".
Si a lo dicho se añade la facilidad y discreción con que pueden adquirirse cantidades ingentes de coltán en el mercado internacional la inquietud aumenta. El día 17 de julio de 2001, navegando por Internet encontré el mensaje siguiente, enviado por R. L.: "Deseo comprar una gran cantidad de coltán si alguien puede ofrecer urgentemente precios muy ventajosos". El mensaje estaba cursado en inglés y en francés. La respuesta, enviada por L. A. I (nombre africano) Ing.: "Podemos proporcionarle inmediatamente cualquier cantidad de coltán que usted desee. Díganos urgentemente cuantas toneladas espera adquirir mensualmente y especifique el grado de calidad (10% hasta 45%) que desea".
El comercio del coltán y la fiebre minera que ha suscitado está teniendo graves consecuencias tanto sociales como ecológicas además de alimentar la guerra que asola la R. D. del Congo. La mayoría de las minas de coltán están situadas en zonas de guerra. La población, hostigada por grupos armados, se ha visto obligada a abandonar sus residencias y cultivos. Muchos de estos agricultores, forzados por las circunstancias se han convertido en mineros que viven en continuos sobresaltos y peligros. Bien trabajan para los rebeldes o se establecen por su cuenta y viven bajo la continua amenaza de bandas armadas que, con frecuencia, los despojan del fruto de sus fatigas cuando no de sus vidas. Se calculan en unos 5.000 los agricultores dedicados a la minería del coltán. Entre febrero y diciembre de 2000, unas 10.000 personas habrían sido transferidas de sus poblados de origen a las zonas donde se extrae el coltán. Los accidentes mortales son frecuentes en las canteras. En los campamentos mineros los buscadores de coltán queman a puñados los dólares obtenidos durante largas y duras jornadas de labor. Día y noche los bares y garitos permanecen abiertos ofreciendo cerveza tibia y mujeres de vida disoluta venidas de lejos. De este modo se esfuma el dinero del coltán sin provecho para muchas familias hambrientas de mineros.
Un grupo de asociaciones congoleñas que ha estudiado el impacto de la minería en la región llega a conclusiones aterradoras. Las canteras a cielo abierto destruyen los campos y la agricultura languidece. "Desmontan las colinas y desvían los cauces de los riachuelos". "El dinero fácil provoca delincuencia juvenil y prostitución con el riesgo de propagar el virus del SIDA". La "dolarización" de la economía hace que un saco de alubias o un pollo se paguen más caros en los campos mineros que en la capital. Un jefe tradicional advierte que la distribución de los beneficios del coltán podría incluso provocar conflictos interétnicos. En esta tierra sin ley la gente vive a la merced de milicias armadas de todo pelaje. Los rebeldes los despojan de sus pertenencias y luego vienen los soldados ruandeses y los acusan de colaborar con el enemigo. Las explotaciones mineras son frecuentemente atacadas por hombres en uniforme; nadie sabe de seguro si son milicianos, rebeldes o soldados regulares. Después de un ataque las explotaciones mineras se convierten en "zona prohibida" y de este modo las zonas mineras y las zonas de operación militar terminan por confundirse. Y el caso es que las milicias enemigas de Ruanda venden el mineral a los mismos intermediarios a quienes venden los ruandeses y sus aliados.
La Sociedad para la Conservación de la Naturaleza y de la Vida Salvaje informa que unos 10.000 mineros se han establecido en el Parque Nacional de Kahuzi-Biega y de la Reserva de Vida Salvaje de Okapi, ambos reconocidos por la UNESCO como patrimonios de la humanidad. Estos mineros, así como los pigmeos, pobladores originales de estas zonas, más las personas desplazadas por la guerra se alimentan de la caza de animales salvajes. El número de elefantes y algunas especies protegidas que están en peligro de extinción están siendo severamente diezmadas; entre ellos los gorilas de montaña. La mencionada asociación pide a la comunidad internacional que deje de comprar el coltán procedente de estas reservas. Pide a Ruanda y a Uganda que obliguen a los mineros a abandonarlas. Finalmente solicitan de las dichas autoridades que encuentren alternativas aceptables para alimentar a los mineros expulsados de las áreas protegidas. Teniendo en cuenta los intereses en juego y las dificultades que conllevaría la ejecución de semejante proyecto, la llamada en cuestión caerá previsiblemente en oídos sordos.
Además de las catástrofes sociales y ecológicas que provoca la minería del coltán, ésta ayuda también a perpetuar la guerra de los Grandes Lagos con sus secuelas de muerte y destrucción. Todas las partes envueltas, a pesar de las negativas oficiales de Uganda y Ruanda, se sirven del coltán para financiar sus operaciones militares en la zona. Así lo hacen las tropas regulares ruandesas y ugandesas y los diferentes grupos rebeldes apoyados por ellas. También se sirven del coltán los del bando opuesto: los guerrilleros hutus enemigos de Ruanda y de Burundi, los rebeldes ugandeses que luchan contra el gobierno de Uganda y las milicias congoleñas favorables al gobierno de Kinshasa.
Todo lo cual nos lleva a una conclusión que hastía de tanto repetirla aunque que no por eso deja de ser verdadera: la riqueza de África es su ruina. Esta vez habría que añadir una nota de alarma para los países occidentales: el uranio procedente del coltán podría fácilmente caer en poder de fuerzas obscuras y perturbadoras.
Bartolomé Burgos (ex-director del CIDAF)
jueves, 30 de octubre de 2008
110. La guerra del coltán, una vez más
Etiquetas:
Africa,
Consumismo,
Misioneros,
Noticias
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Gracias, Julio, por esta labor de síntesis. No tiene desperdicio.
ResponderEliminar