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viernes, 7 de noviembre de 2008

115. San Basilio saltó a Arequipa (Perú)

A todos aquellos de vosotros que asististeis al encuentro festivo de final de curso en Miraflores no os resultará nuevo el que os digamos que tenemos tres (¡y medio!) hermanos de comunidad en Arequipa (Perú).

Se trata de Isabel y Gonzalo que, con su hijo de un año, Angel, decidieron embarcarse en una misión con los Laicos Combonianos hace ya algunos meses.

Gonzalo (físico él) e Isabel (trabajadora social y abogada ella), empezaron a dar vueltas hace cosa de un par de años a la idea de dejar casa y trabajos y cambiar los aires de Madrid por los altos cielos de la sierra de Arequipa. Desde allí, comprometiéndose en lo que la realidad que cada día les pide, nos mandan un continuo soplo de aire fresco (una veces por email y otras por teléfono) a los que hemos quedado aquí, reuniéndonos cada viernes por la noche para rezar con ellos y desde ellos.

Sabemos, desde su recién adquirido nuevo acento, que la realidad se les hace difícil a veces, que los temblores de tierra nocturnos llenan el cuerpo de miedo, que los caminos llenan los zapatos de polvo, pero que los nuevos hermanos, y el Padre a través de ellos, te llenan el corazón de esperanza e inquietudes.

Nos dice Gonzalo que a veces se ha sorprendido tarareando a Antonio Molina en el autobús pero, señal inequívoca de que se han adaptado, es que está en camino ese nuevo "medio" hermanito o hermanita de comunidad al que hacía referencia al principio.

Y ahora, quiero dejaros en directo con ellos, pues Gonzalo nos ha enviado un texto con la petición explícita de que lo colgásemos en el blog de ENCOMUN. Ahí va...

Marisa, lo he vuelto a hacer
Hemos celebrado la peregrinación anual al santuario de la virgen de Chapi, en la sierra de Arequipa. Es un paisaje desolador, seco, arenoso y polvoriento. Allá aparece el santuario, humilde y acogedor. Hemos visto una placa que informa de que, hace dos meses, justo el día que nosotros llegamos al Perú, el arzobispo inauguró junto con las autoridades la nueva obra para levantar un nuevo complejo-santuario-museo, que costará entorno a los 3 millones de dólares. El antiguo templo lo destruyó el terremoto del 2001. Ese desembolso lo aliviará sin duda el cheque de un millón que ha donado una de las empresas mineras que trabajan en la región y que siempre reciben críticas por parte de los campesinos a causa de la contaminación que generan en el entorno… Pero eso es otra historia.

En la eucaristía, me ha dejado primero enfadado y luego confundido el largo comentario de la acólita que advertía de todos los que no podían acercarse a recibir la comunión: los que hubieran comido en la última hora, los que se encontraran conviviendo fuera del matrimonio, los que hubieran llegado después de la proclamación del Evangelio, los que no se encontraran debidamente preparados… Claro, con tanto “no”, no he ido a comulgar. No he querido disfrutar del premio para ese selecto club. Me he querido acercar a todos los que se habrán sentido excluidos por la desconfianza de los seres humanos. Me he perdido al Señor… ¿o no? Enfadado y confundido.

Al salir, he preguntado discretamente a una amiga peruana sobre el asunto. Se trata, parece ser, de que a estos santuarios acuden precisamente muchas personas que no participan habitualmente en la Iglesia y que no conocen cómo comportarse adecuadamente. Tengo que aprender más de este pueblo y de esta Iglesia.

Tras la Eucaristía, tiempo libre para la comida. Cada familia o grupo de amigos de la parroquia se acomoda sobre unos escalones o unas piedras, no bajo un árbol, que estamos en un desierto, dispersos unos de otros. Sacan la comida que llevan en sus loncheras y comparten. Yo he traído un par de bocadillitos de lomo ibérico, no quise dedicar tiempo anoche a preparar más. Además, el padre me dejó caer que no llevara gran cosa. Porque él, junto a las hermanas y la cocinera de la casa parroquial, comerían en un restaurante surgido a la sombra del santuario. Sencillo, pero restaurante. Allá me han invitado a mí, como laico ibérico, pata negra. Esta vez he sentido confusión y cobardía.

He dudado media hora. Mientras conversábamos sobre los males del país con varios peruanos de la parroquia, sentía que no debía almorzar en el restaurante, apartado de la explanada donde comerían el resto de hermanos de la parroquia. Pero también sentía que no quería hacerme notar frente al padre y las hermanas, apareciendo más cerca de los pobres que ellos. Porque ellos están de verdad con los pobres, así lo he percibido en estos escasos dos meses.

Y al final del día llego a casa y le digo a mi mujer. “Marisa, lo he vuelto a hacer”. En la confusión, me he quedado sentado en la mesa de los que tenemos plata para pagar un plato de comida en un restaurante. En la mesa de la jerarquía, que no son sólo los obispos. Lo mismo me ocurrió la semana pasada en un pueblo joven de Lima. EN una pequeña comunidad, celebramos la palabra e inauguramos con gran alegría una escalera construida entre todos para hacer más llevadera la subida al cerrito donde se levanta la capillita. Después, se prepara una mesita y nos sirven la rica carapulcra que ha preparado una de las mamitas. Nos la sirven a los laicos que han llevado la celebración, las hermanas religiosas y nosotros, los blancos invitados por los laicos. El resto de la comunidad come de sus platos sentados alrededor, en los bancos de la capilla. Menos Marisa, que declina la invitación a la mesa y come de pie, charlando con las personas de la comunidad.

Predico la igualdad en el pueblo de Dios, pero rápidamente me deslizo por las trampas del modelo eclesial que perdura siglos no solo en Latinoamérica. O tal vez no. Tal vez a los parroquianos les haya pasado desapercibido el detalle. Saltar el abismo que me separa de los pobres me coloca en esta tensión, esta inquietud y desazón. Bendita sea. Puedo incluso engañarme y confortarme con esa misma intranquilidad, pensando que ya estoy en el buen camino, que tengo una conciencia crítica.

2 comentarios:

  1. ¡Enhorabuena a Gonzalo, Marisa y Angel por el medio hermanito/a! Y gracias también por acercarnos vuestro compromiso por medio de este testimonio tan sincero y cercano. Un fuerte abrazo y mucho ánimo.
    Un detalle: He cambiado la etiqueta "modelo eclesial" por "Otra Iglesia", etiqueta que ya existía, para evitar que proliferen en exceso (en realidad pronto habrá que hacer una reclasificación de muchas entradas). Si no os parece bien, decídmelo y vuelvo a ponerla.
    Julio

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  2. Me sumo a la enhorabuena que os da Julio y os deseo lo mejor. Sea sentados a su mesa o en el polvo de una explanada estáis al lado del pobre. No tengáis dudas y seguid caminando, que Dios os lleva en la palma de su mano.
    Una abrazo muy fuerte y fraterno.
    Javi

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